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Rothfugio

El poder

El poder

Últimamente siento que hay cosas aún más a mi alcance de lo que pensaba. Tengo la sensación de que puedo controlar muchas más cosas de las que creía, y que para ello tan sólo tengo que desearlo, proponérmelo, intentarlo. Es cierto que malas rachas las tiene cualquiera, que ninguno estamos exentos del riesgo de abatirnos, de desanimarnos, de deprimirnos. Pero muchas veces, y especialmente en esos momentos bajos, nos cuesta ver todo eso de lo que somos capaces.

 

Y es precisamente cuando lo ves cuando te sientes tú mismo, te sientes rey, te sientes ganador y poderoso, independientemente de que los planetas decidan alinearse en tu contra. No importa cuántas personas se dediquen a hundirte, no importa cuántas adversidades encuentres en el camino. Cuando te sientes vencedor, eres capaz de todo, de derribar muros, de saltar obstáculos, de cruzar océanos, de sentar cátedra. Puedes hacerlo todo. Y lo mejor es que la magia del poder existe. Creer en la magia es lo que nos da fuerza, y cuando ves que en ti reside el mismísimo poder mágico, entonces no hay nada ni nadie que pueda pararte. Todas tus convicciones se vuelven realidades, tú creas el mundo alrededor, tú creas los hechizos en las personas, tú moldeas su realidad a tu antojo, tú decides tu propio destino y tu camino. Luego habrá eventualidades, sí, pero estás preparado. Porque la magia es el poder, el poder personal, la convicción, el deseo y las ganas de vivir.

 

Y no hay nada ni nadie que pueda impedirnos seguir adelante si es lo que queremos.

 

P.D.- Hay una persona especial a la que quiero dar las gracias desde aquí, un amigo que en poco tiempo me ha demostrado muchas cosas y que, sin él, todo estaría mucho más negro. Gracias, “men”, porque estás haciendo mucho bien por aquí. Te deseo lo mejor, y un fuerte abrazo.

Caen en el olvido

Caen en el olvido

Todas esas cosas que quedan atrás, a veces, caen en el olvido. Incluso sin quererlo, incluso sin desearlo. Por supuesto hay muchas que se salvan de caer al pozo del olvido, que siempre permanecerán grabadas a fuego en nuestra memoria. Sin embargo, hay muchas otras que desaparecen para siempre y dejan, por tanto, de existir.

Porque el olvido es la forma de no existencia. Todos cuantos fueron olvidados en realidad nunca existieron. Si no son recordados por algo en concreto, si no dejaron huella de su paso, mueren en el no recuerdo, se pierden en el infinito no ser cósmico, dejan de existir no sólo real sino también virtualmente, se hunden en el océano de la oscuridad de la memoria, sencillamente desaparecen.

Tal vez por eso asumimos de vez en cuando que determinadas cosas no ocurrieron. Es curioso porque, mientras que deseamos que ocurran ciertas cosas que no ocurren, deseamos que no hubieran ocurrido otras que sí lo hicieron, y deseamos que hubiesen ocurrido otras que no tuvieron lugar. En ocasiones incluso olvidamos por completo importantes acontecimientos, y eso provoca que desaparezcan para siempre de nosotros, de nuestra vida, y pensamos, creemos realmente que no sucedieron. ¿Cambia, por tanto, nuestra vida? No, pero cambia nuestra percepción de la misma, del mundo. Y aquí alguien podría decir que tal vez el hecho de que cambie nuestra percepción del mundo está cambiando el mundo mismo para nosotros. Bueno, es posible, pero en cualquier caso no cambian los hechos del pasado, olvidados o no, que es lo que aquí nos atañe.

Recientemente me he dado cuenta de que había olvidado muchas cosas; viajes, anécdotas, personas, frases, risas, llantos y tantas, tantísimas otras cosas. Y las he recordado gracias a momentos concretos, situaciones determinadas, conversaciones definidas, fotografías oportunas... Hay ciertas cosas que me gustaría olvidar, pero no puedo, esas cosas no se hunden en el Mar Negro de la Memoria, flotan como todos nosotros. No puedo simplemente colocarles un "Cementerio en los zapatos" (gracias, Enrique) y arrojarlas a las aguas a la espera de que desaparecan en la profundidad. No, para ello debo reutilizar el espacio que ocupan en mi cabeza, debo empujarlas suave pero firme y decididamente hacia muy abajo, llevarlas allí, como los buceadores de apnea, que se arriesgan en un esfuerzo sobre humano para llegar a lo más profundo posible. Pues así debo hacerlo yo, tomar fuerzas y valor, y sumergirme con bravura en mi memoria y mi olvido simultáneos, para juntar de la mano ambas cosas por eslabones concretos que nunca puedan soltarse, para que así nunca jamás vuelvan a salir a flote todas esas cosas.

Por eso quiero dejar constancia de todo esto por escrito, tomar mi pluma y mi papiro, y decir a todos que no podemos (no debemos) olvidar ni ser olvidados. Si nuestra misión (recordemos aquello de "La vida es ficción" de hace unos poquitos meses) decidimos que sea ser recordados, hagamos algo para conseguirlo. Escribamos, viajemos, dibujemos, amemos, vivamos, y contémoslo. Escribámoslo para que haya constancia eterna. Porque, insisto, no podemos permitirnos el lujo de caer en el olvido porque, en ese caso, no habremos existido nunca.

Pasa el tiempo

Pasa el tiempo

Pasa el tiempo y, con él, pasan cosas. Suceden eventos, conoces personas, encuentras amigos. Pasa el tiempo y, sin que te des cuenta, ya pasó mucho. Pasó mucho desde aquella última vez. Porque una vez hubo una última vez, pero nunca pensaste que fuera a convertirse en la última. Pasa el tiempo y, con él, te das cuenta de que las cosas cambian. O tal vez no, tal vez "cuanto más cambian las cosas más siguen igual"...

Es cierto que el tiempo pone las cosas en su sitio, es cierto que cura heridas, pero hay cosas que ni siquiera el tiempo puede arreglar. De hecho, en ocasiones el tiempo es esa pendiente hacia abajo que provoca que las cosas rueden por sí solas. En ocasiones el tiempo se convierte en nuestro mayor aliado, pero también puede ser nuestro mayor enemigo. El tiempo puede regalarte la perspectiva que buscas, la solución a tu problema, la respuesta a tu pregunta. Pero en este caso, la paradoja temporal es que el tiempo te da una respuesta a una pregunta que formulaste en el pasado, y cuando obtienes la respuesta desearías volver a ese pasado para contestar... pero ya no es posible. Tal vez ahora que conoces la respuesta, la pregunta es radicalmente diferente...

El tiempo sana viejos dolores, dicen. No puedo decir que no esté de acuerdo, pero habría que matizarlo. En cualquier caso no es ahora cuando quiero hacerlo, porque no es el momento. Ya llegará el tiempo de los matices y los detalles, de las palabras, de las respuestas, de contestar a todas tus preguntas, de descubrirte la verdad mientras te consumes en la incertidumbre. Ya llegará el tiempo de saber ser y estar, de querer, de afrontar, de aceptar, y de atreverse.

Es curioso cómo el tiempo modifica nuestro pensamiento. Es curioso cómo uno mismo puede cambiar de opinión sobre cualquier cosa con tan sólo el transcurso del tiempo. "Pero, ¿será porque ahora tienes más información?", podría decirnos alguien. La respuesta es: "No, simplemente he tenido más tiempo para pensarlo". ¿Cuántas veces nos quejamos de que no tenemos tiempo? ¿Cuántas veces decimos en voz alta: "Necesito más tiempo para pensarlo"? He ahí el quid de la cuestión. No somos nosotros todo el tiempo, no somos iguales, no somos los mismos (somos lo mismo, pero no los mismos). A cada segundo que pasa nuestro cerebro dispone de más ventaja sólo por el hecho de que es más viejo, más experimentado ("Más sabe el Diablo por viejo que por Diablo"), y a cada segundo que pasa evolucionamos hacia un ser superior, porque somos más sabios, más viejos, hemos sido más nosotros, en definitiva.

El tiempo que ha pasado es justo el tiempo que necesitábamos para darnos cuenta de las cosas. Es justo en ese instante cuando nos volvemos conscientes de todo. No antes, porque es en ese momento cuando decimos: "Esto es lo que necesitaba". Justo en ese momento somos conscientes del tiempo que ha transcurrido, y justo en ese momento empezamos a ser capaces de valorarlo. Es inútil por completo querer abarcar más de lo que podemos abarcar. El tiempo es finito, es el que es, y todo lo más podemos exprimirlo, pero en realidad no exprimimos el tiempo, sino que nos exprimimos a nosotros mismos para sacarnos todo el jugo posible y llenar el vaso del tiempo que nos queremos servir.

Sin embargo, el tiempo es relativo. Sin entrar en disquisiciones físicas, basta con preguntar a dos personas sobre un acontecimiento pasado. Lo más probable es que nos encontremos con dos impresiones distintas del tiempo transcurrido desde entonces. Y precisamente esa diferencia es la que nos confiere esa perspectiva que tantas veces anhelamos, esa respuesta que buscamos. Justamente el tiempo nos da la razón... y no siempre, porque cuando a uno se la da, a otro se la quita.

No desdeñéis el poder del tiempo, no descuidéis su valor. Por el momento, creo que mi tiempo se ha acabado. Y espero no haberos hecho perder el vuestro.

Otra vez no

Otra vez no

Otra vez el revés de quien no esperas. Otra vez la gélida mano que atrapa a alguien por la espalda. Has decidido volver a acechar y elegir otra más para tu colección, esa colección que aumentas cada día con jóvenes y ancianos, inocentes, desprevenidos, aún no preparados. Has vuelto a venir cuando menos te queríamos. Has reincidido en tu afán por engrosar la lista de nombres que no volverán a llamar a nadie. Nombres que ahora serán pronunciados evocando un recuerdo más que una imagen real. Porque esa imagen te la has llevado contigo, otra vez.
 
¿Acaso te era tan necesaria? ¿Acaso era tan importante dejarnos sin ella? ¿Qué te importaba a ti dejarla vivir otros veintiséis años? No, no podías esperar, tenías que venir a buscarla, sin avisar, sin darnos tiempo para reaccionar y ni siquiera poder negarte ese capricho. Porque nos habríamos negado, habríamos luchado lo indecible para que no cerrases los grilletes en sus muñecas. A veces te recuerdo y me recorre un escalofrío, porque me pregunto si tienes más de tus diabólicos planes, si ideas venir en breve y llevarte a otro de ésos que no se tienen que ir. A veces te odio porque truncas una torre de ilusiones con tan sólo un soplido, una torre que apenas ha empezado a crecer pero en el plano consta de millones de pisos, cada uno con millones de personas en su interior. A veces me gustaría que no existieras, porque sólo dejas desesperación cuando llegas y te vas sin decir nada. Nos dejas impotencia y rabia, y anegas nuestras vidas de vacuos pensamientos con los que sólo pretendemos encontrar un consuelo. Nos dejas un torbellino de sensaciones del que nos es tan difícil salir. Estoy seguro de que te carcajeas de nosotros mientras nos observas buscar una pista que nos lleve a prevenir tu llegada.
 
Te ríes, sí, te ríes, con esa risa perenne dibujada en tu pálido rostro. No me haces gracia, porque lo has vuelto a hacer, has vuelto a arrebatarnos a alguien que no quería irse. Todo lo contrario, ella quería quedarse mucho tiempo, porque tenía mucho que hacer. Quería seguir aquí, riéndose con nosotros y sintiendo la ilusión, la magia de la vida, de los amigos, de la familia. Tenía grandes planes. Y tú lo has vuelto a hacer. Tú, hija de la gran puta, has vuelto a matar. Y para mí, lo has hecho de forma indiscriminada. Te enorgulleces de cuantas conquistas haces en este nuestro mundo de las risas y los dibujos, donde nos movemos y vivimos, en el mundo de los vivos. Te has llevado a mucha gente, pero especialmente me duelen todos esos que te llevaste sin motivo, a quienes probablemente tendiste trampas que no podían salvar. En los últimos tres años, me duelen especialmente tres. Sus edades: 24, 25, y 26 años. A cual más reacio a irse, a cual con más ganas de estar aquí.
 
No se te ocurra acercarte más por aquí, deja de venir, quédate en tu sitio y llévate a aquellos que te buscan. Ya te lo dije una vez, pero te mofas de nuestras súplicas. Te ríes delante de nosotros de nuestra desesperación. Déjanos en paz, y déjanos vivir aquí, los que queremos hacerlo.
 
Aún así, te crees vencedora. Crees que los haces desaparecer, y ahora me río yo. Todos esos que te llevas, lejos de desaparecer, viven para siempre. Ahora que ya no están aquí, ahora que no podremos disfrutar de ellos, ahora sus nombres serán recordados, ahora su recuerdo se vuelve indeleble.

La vida es ficción

La vida es ficción

No tenemos ni idea de la realidad. No sabemos lo que ocurre ahí fuera, porque somos incapaces de verlo, de conocerlo y, aún en tal caso, de comprenderlo. Hay ocasiones en las que, sin esperarlo en absoluto, una reunión de amigos desemboca en pensamientos y conclusiones abrumadoras (en múltiples sentidos), en una oleada de sensaciones tal vez hasta ese momento desconocidas (o no advertidas). Hace muy poco tuvo lugar una de esas ocasiones.
Existen gran cantidad de personas en el mundo, en muy diferentes contextos y en toda suerte de suertes. Los que habitamos en el (en mi opinión mal llamado) "Primer Mundo" seamos probablemente los que más desazón encontramos en nosotros mismos. Resumiendo, la vida es nacer, crecer y morir. Sin resumir, podrían escribirse cientos de miles (hasta innumerables) tratados acerca de lo que ese concepto significa. Lo cierto es que hay veces que lo tienes tan claro que no te lo crees, ni quieres hacerlo. Otras veces todo se desmorona y nada tiene sentido, y otras ni siquiera te planteas tales cuestiones. Esta ocasión fue de ésas en las que de repente parece que vislmubras la luz de la verdad absoluta, y poco a poco te das cuenta de que esas conclusiones, aún tan claras, poco pueden hacer para ayudarte a encontrar el sentido de tu vida. A decir verdad, me alegró poder compartir con estos amigos unas palabras que nos llevaran a comprender qué hacemos aquí (aunque no lo consiguiéramos) y, aunque el sentimiento se ha diluido con la estela del tiempo, las ideas han dejado ciertas secuelas en mi mente.
La vida es ficción. ¿Qué hay de real en la realidad? ¿Qué hay de mi realidad en tu realidad? ¿Acaso confluyen en algún punto? En el caso de tamaña coincidencia casi podríamos hablar de milagro, similar al milagro de la vida en su aparición. ¿Qué importancia tiene todo lo que ocurre a nuestro alrededor? A nadie le importa que otro nadie (porque ya no es alguien, es nadie, porque no importa) tenga o no trabajo, que disfrute de un perfecto estado de salud o se retuerza en indecibles sufrimientos, que lamente un mal de amores que en realidad fue siempre una condena de desamor, que consiga alcanzar un objetivo personal en el tiempo que dura su existencia en este plano del espacio y del tiempo. Podría parecer que todos somos humanos y nos preocupamos de lo que a nuestro alrededor acontece; podría parecer que estamos siempre pendientes de cuanto le ocurre a alguien que, parece ser, nos importa. En realidad, ¿qué importa todo eso? La vida es ficción porque no existe otra vida para nosotros que la nuestra. Todo cuanto nos rodea no es nuestra competencia, no es objeto de estudio ni tratado en el tiempo que se nos ha dado (si es que alguien nos lo ha dado). Entendámonos, todos queremos ser felices, o eso dicen pero, ¿qué significa ser felices? ¿Es que acaso buscamos un amor, un trabajo, una salud? ¿Es que acaso buscamos poder hacer todo cuanto deseamos sin que nadie nos lo impida? ¿Es acaso posible definir la felicidad, igual que no es posible definir el amor? Siendo francos e imperturbables, nosotros no le importamos a nada ni a nadie. Procedemos de un cúmulo de materia y energía que en un momento dado comenzó a expandirse por la inmensidad del espacio, transformándose, llevando a cabo reacciones químicas que obedecían leyes físicas y que se expresaban con el lenguaje de las matemáticas. Se organizó una belleza armoniosa de cuerpos que viajaban, giraban, orbitaban y gravitaban, y un buen día, en la más absoluta ignorancia del cómo (y no digamos del porqué, aunque el porqué puedo garantizar que en este caso no existe), nos encontramos aquí, primero en forma de bacteria, y una milésima de tiempo apenas después en forma de algo que llamamos ser humano. La vida es ficción, ya no es real. Todo lo que fue dejó de ser y ahora es algo diferente. Y, por supuesto, será algo aún más diferente después. Nos encaminamos a la inevitable e incomprensible eternidad del tiempo y el espacio, y nuestra estancia aquí es poco menos que efímera, intrascendente. E, ilusos de nosotros, pretendemos sea inestimable e inolvidable. Inolvidable, ¿por quién? No nos damos cuenta de que nadie habrá que pueda recordarnos a nosotros mismos, como humanidad, como especie, como evento de importancia en la corta vida de este planeta que sigue su rumbo fijo, a unos 24 Km/seg en su órbita y que, según algunos que dicen ser expertos, ya ha consumido más del 95% de su historia de vida. ¿Qué le importa al orden del universo lo que seamos, hagamos o digamos, lo que pretendamos, si no somos nada ni nadie en esta existencia? El universo, vivo por sus ciclos constantes, nace, vive y muere simultánea, constante y eternamente dando ejemplos conocidos y que jamás lo serán de lo que en realidad está ocurriendo. ¿Cómo nos preocupa la enfermedad, la felicidad o el amor, si por un instante en nuestra insignificante estancia aquí somos conscientes de que no servimos de nada, de que no tenemos utilidad para nada ni para nadie (ni para un hipotético ser superior u orden de seres superiores)? No podemos, es imposible, ser algo importante y relevante en la eterna trayectoria del universo del que ahora formamos parte. ¿Cómo podemos pretender ser lo único que ha surgido aquí, si no suponemos nada de lo que es, ha sido o será todo esto? La inmensidad contempla inimaginables formas de existencia que nunca llegaremos a conocer y que ocuparán el lugar que ahora ocupamos nosotros. La vida de una estrella no es nada comparada con la de la galaxia que la contempla, y que a su vez llegará a su fin cuando implosione toda ella en el macroagujero negro situado en su centro. Ésta, a su vez, colisionará con otra, formará un cúmulo de cuerpos celestes que desordenará el universo entero y que llegará a fusionarse con otra más a millones de kilómetros por hora, y después con otra, y otra, y otra, y nunca dejará de transformarse.
No contentos con esto, no hacemos más que desestimar la idea de que somos el producto de la casualidad, de la más extrema casualidad, desde el cómo de nuestra milagrosa aparición en el mundo hasta la fortuna de haber invadido un vientre años ha, pasando por la supervivencia de nuestros antecesores evolutivos a todo tipo de dantescas catástrofes y hecatombes del mundo, de nuestro mundo, del mundo que conocemos, porque el resto del verdadero e infinito mundo, como dije, no lo conocemos ni lo conoceremos jamás. Es imposible pretender ahora querer ser algo en este punto, cuando este punto tiene los días contados, y nosotros aún más. No llegamos a una parte infinitesimal de la historia del mundo, y aún con ésas pretendemos ser algo y alguien. Nos aferramos a la idea de que existe una búsqueda personal, una introspección en nosotros mismos y una extrospección para ayudarnos a comprender el contenido de nuestro ser y cómo enlaza ello con el orden externo que nos rodea. Nos creemos piezas de un puzzle que no hace sino rompernos la cabeza y el alma buscando ese camino que seguir para encontrarnos, y de lo que no nos damos cuenta es de que somos nosotros mismos el camino que recorremos, y que no estamos ni estaremos nunca al final del mismo, entre otras cosas, porque no hay tal final. Esa búsqueda del significado personal en este todo (o nada) no es otra cosa que una forma de mantenernos ocupados mientras sufrimos la incertidumbre de lo que será después, cuandoquiera que eso sea. El tiempo que nos ocupa debe ser empleado, o será desperdiciado, o eso queremos pensar, de manera aún inconsciente. Hemos asumido que jugamos un papel en una obra dirigida por algo o alguien, que tenemos un objetivo en esta aparición milagrosa que es nuestra vida. Y el resultado final es que no hay vida, que la vida es ficción, porque no hay nada más para nosotros que nosotros mismos. Y es que, ya que no podemos comprender ni alcanzar el orden del todo, el significado que tiene todo lo de ahí fuera, desesperamos por darnos un significado a nosotros mismos que nos alivie de la "insoportable levedad del ser", del no significar nada, del no valer nada, y del no importar nada.
Estos momentos de revelaciones quedan ahí, están, han existido, y tal vez sean una manera de llegar al conocimiento que todo hombre busca, de nuevo, para sentir que es algo o alguien porque, en realidad, todas mis palabras significan que llevo razón, incluso éstas últimas, cuando digo que no somos nada. Pero morimos en el intento de serlo.

Héroes del Silencio - Zaragoza 2007

Héroes del Silencio - Zaragoza 2007

          Acabo de llegar de Zaragoza después de pasar allí el fin de semana. El motivo no podía ser otro que el concierto de Héroes del Silencio el viernes día 12 de octubre en el estadio de La Romareda, evidentemente. Ha sido un fin de semana precioso, que he disfrutado al máximo y que quedará en la memoria de manera permanente.

El viernes fue el concierto, y fue y será inolvidable. La espinita de no haber podido verlos en su día desapareció, y por fin pude cumplir una de mis ilusiones: ver en directo a mi grupo de música preferido. Sin duda, puedo decir que ha sido el mejor concierto de mi vida, y no sólo por la música, las canciones y el grupo, sino poque lo disfruté en compañía de mis amigos y de mi hermano, algo que lo hace sumamente especial. Después de largas horas de espera el concierto comenzó, y enseguida comprendí que sería un recuerdo "parasiempre". Y la emoción de estar allí, de sentir tantas cosas y de recordar tantas otras. Las letras, tantas y tantas veces escuchadas y reflexionadas, esta vez cobraban un nuevo sentido, otro más que almacenar. Intensos instantes que se clavaban dentro entre personas tan importantes para mí... Por supuesto, la emoción era compartida. Algunas de las personas que me acompañaban me demostraron una vez más la importancia de esas canciones en sus vidas, recordando momentos del pasado que tenían su propia banda sonora. Esribir esto ahora recordando esas instantáneas de la memoria me hace revivir parte de esa emoción.

No hay mucho más que pueda decir, porque no hay palabras que puedan describir esas dos horas y media tan intensas. Ha sido mucho más que un concierto, ha sido una experiencia vivida compartida por las personas que quiero. Y gracias a ellos ese recuerdo no desaparecerá nunca.

La tan esperada "Gira del Próximo Milenio" fue un hecho, y quedará "parasiempre".

Gracias, HdS.

"(...) El laberinto del sueño, donde se pierden los demonios de la memoria (...)".

Vuelve a inclinarse la balanza

Vuelve a inclinarse la balanza

          Lo que nunca debe hacerse es mirar atrás con duda. Nunca se debe desear volver atrás. Una vez que se toman decisiones, se deben asumir las consecuencias. Una vez alguien dijo que en la vida todo es cuestión de decisiones, y que en todas ellas nos equivocaremos, porque siempre nos preguntaremos: "¿Y qué habría pasado si hubiera tomado la otra opción?". Pues sí, es cierto, siempre nos preguntaremos qué habría pasado, pero no debemos querer volver atrás. Primero porque no podemos, segundo porque no nos conviene. Si fue un error esa opción, ya vendrá el momento de pagarlo o de enmendarlo, pero no el de volver atrás en el tiempo porque, sencillamente, no se puede.
Otra cosa es cuando alguien toma una decisión por ti que no le corresponde. Ahí es necesario hacer ver que se han equivocado sólo con el hecho de actuar. Claro, no es fácil, pero hay que hacerlo. Aunque después de todo, siempre podemos pensar: "¿Lo hizo por mí porque yo fui incapaz de hacerlo?". Es posible, no digo que no... Aún así, existen momentos realmente dignos de olvido. De repente te encuentras en el camino una piedra que te hace polvo la planta del pie, te la quitas del zapato, la tiras lejos y continúas. Al rato otra piedrecita. ¿Es la misma, o se le parece tanto porque sigue jodiendo como hacía la anterior? A efectos prácticos es lo mismo, según diría alguien.
Realmente me cabrean ciertas cosas, pero bueno, no puedo hacer nada por evitarlo. Total, nadie de nosotros tiene el control de la vida de nadie (ni debemos tenerlo, afortunadamente), aunque resulta paradójico que en ocasiones ni siquiera tengamos el de la nuestra propia.
Un día te enteras de algo que no sólo no sabías, sino que además eras incapaz siquiera de sospechar. ¿Como un jarro de agua fría? No, más bien como agua de mayo. Tantas hipocresías, tantas mentiras, síes y noes consecutivos... ¡Ay, qué tiempos aquéllos!... Por fortuna, ya pasaron. Porque después de las ideas rotas la balanza vuelve a estar en equilibirio, y la paz inunda desde hace tiempo mi pequeño mar interior. Y qué alegría, qué alivio, qué quietud... Yo que nunca comulgué con el A de cara y el B de espalda, con los 180º que separan la realidad de la virtualidad, con la tinta en agua salada...
Cuando te das cuenta de todas esas cosas lo mejor es, siempre, subirte al palo más alto, mirar de cara al viento y sonreir con orgullo, porque lo has conseguido. Y el propio viento será el que ondee mis rizos indicando la dirección en el que olvidar todo lo que se convierta en digno de ser olvidado.
La felicidad... Tantas dedicatorias por hacer con esa sonrisa de orgullo... Qué ganas de gritar... Pero, por hoy, lo dejo aquí.
¿Y lo genial que es tener la conciencia tranquila...? Ésa es la mejor venganza.

2 años

2 años

          Han pasado 2 años desde que te fuiste. No puedo decir mucho más que no haya dicho ya. Tan sólo, que te sigo recordando como lo hacía entonces, y siempre estás aquí, con todos los que te dijimos adiós aquel 15 de julio de 2005.
Un beso, María. Nunca, nunca te olvidamos.